Hay un relato que parece haberse roto hacia afuera, pero también existe un relato que comienza a resquebrajarse hacia adentro de Cambiemos. Se trata de un escenario extraño e imprevisible para Mauricio Macri: es en su propia tropa donde asoman -por primera vez con tanta potencia- cuestionamientos, cruce de responsabilidades y, sobre todo, una sensación de que es difícil hallar la llave de salida de la crisis si persisten divisiones tan marcadas sobre cómo se llegó a esta situación y, en especial, sobre cuál debería ser la estrategia para dejarla atrás.
Por empezar: el Presidente está convencido de que la corrida cambiaria fue generada por efectos externos y cree que, con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, su Gobierno acaba de dar vuelta la página. Más: sigue pensando que conformó el mejor equipo en 50 años y que el rumbo no debe alterarse. Eso implica, por ejemplo, su negativa a achicar la cantidad de ministerios, como le piden desde su mismo espacio y también desde otros ámbitos de poder. “No voy a hacer algo para satisfacer solo al círculo rojo. Primero deberían convencerme de qué ganaría. No le veo sentido”, suele explicar.
María Eugenia Vidal y Jaime Durán Barba. La gobernadora está molesta con un sector del macrismo.
Pese a su optimismo, el primer mandatario, asume -como se encargó de transmitir Marcos Peña esta semana- que vendrán meses duros. Él y su jefe de Gabinete comparten la idea de que luego de cerrar el Presupuesto 2019 y de una transición que estará dominada por la recesión económica y las preocupaciones por el tipo de cambio llegará la etapa del crecimiento. Consideran que ese será el puntapié inicial para ganar las elecciones del año que viene. Lo mismo piensa Jaime Durán Barba, para quien la imagen de su cliente es algo así como extraordinaria si se la compara con la de los líderes de la región. A los colaboradores del estratega ecuatoriano les gusta decir que si Michel Temer hubiera perdido en Brasil los puntos que resignó Macri desde diciembre hoy su popularidad arrancaría con el signo menos adelante.
La cierto es que un ala del macrismo, también de primera línea, ha decidido poner en duda esa afición a la fe que tienen Macri, Peña y Jaime y procuran más cambios para encarrillar el rumbo. Esa corriente la lideran María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, ayudados desde la clandestinidad por el mejor amigo de Macri, Nicolás Caputo, que era -hasta el 10 de diciembre de 2015- el hombre más influyente de Cambiemos y antes del PRO y antes de Compromiso para el Cambio y así podría llegarse hasta los tiempos en que Macri y Caputo compartían pupitre en la primera del Cardenal Newman.
Mauricio Macri almorzó el martes con Durán Barba y su mejor amigo, Nicolás Caputo.
El jefe de Estado quiso escuchar de primera mano esos puntos de vista. El lunes, su secretaria, Anita Moschini, llamó por teléfono a Durán Barba y a Caputo para decirles que el Presidente quería almorzar con ellos. La cita fue un días más tarde, antes del partido de Argentina y Nigeria. El asesor ecuatoriano llegó con su socio y coautor de sus libros, Santiago Nieto. Hablaron los cuatro una hora y media.
Cuando en la intimidad le preguntan por el regreso a la Casa Rosada de su hermano de la vida -así lo llama-, Macri explica que él se alejó del poder para evitar cualquier conflicto, pero asegura que siempre está disponible para cualquier consulta. Es la voz que más respeta, después de la de Peña, y a la que ha vuelto a recurrir con frecuencia. Cree que es clave porque no está contaminada por la gestión del día a día y por su “enorme” sentido común. Es lo mismo que destacan de él Durán Barba y su socio, quienes además se sienten amigos del empresario. Fueron ellos tres, junto a Peña, los que en 2011 le insistieron a Macri para que se bajara de la pelea presidencial frente a Cristina y fuera por la reelección porteña.
Horacio Rodríguez Larreta y el secretario de Medios de la Ciudad, Marcelo Nachón, durante la última visita a la Casa Rosada.
Pero ocurre que hoy Peña está de un lado y Caputo del otro. De ahí, tal vez, que Macri haya evitado reunirlos en el mismo almuerzo. Quienes acceden a la cotidianidad del empresario sostienen que para él la crisis no pasó y asegura que Cambiemos está obligado a olvidarse mediáticamente de la palabra ajuste y a reconstruir la ilusión de que hay un proyecto de país. En el almuerzo, Caputo le habría trasladado a su amigo la misma inquietud que tienen Vidal y Rodríguez Larreta: que Cambiemos abra la puerta a un acuerdo con el peronismo.
Eso implicaría encarar las negociaciones para cumplir las metas fiscales con la visión de que hay que compartir el poder, no solo querer compartir los costos políticos del ajuste. Durán Barba descree de los acuerdos de cúpulas, lo mismo que Peña. Y Macri densta a varios de los interlocutores que se tornarían necesarios para que las conversaciones avanzaran.
Rogelio Frigerio le mandó un mensaje a los gobernadores y legisladores del PJ a pedido de Toto Caputo.
La tensión existe y es palpable. Vidal tiene un temor que ya no oculta. Su propósito era terminar el primer mandato con una provincia ordenada en términos financieros. Hoy la inquieta que la Casa Rosada esté pensando en transferirle Aysa, Edenor y Edesur para quedar bien o especular políticamente con los gobernadores del PJ, que vienen denunciando un trato preferencial de la Nación hacia la Provincia y la Ciudad. Ese costo haría imposible los planes de la gobernadora. Vidal está molesta y cuando eso ocurre no es tan fácil que se le pase. En su administración van a dar pelea y hasta traman un acercamiento con los intendentes, incluidos los de origen peronista.
En medio del cimbronazo, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, se comunicó días atrás con gobernadores y referentes del PJ, como Miguel Pichetto y Sergio Massa, para pedirles un favor especial. Un gobernador del norte contó que lo hizo a través de un mensaje de WhatsApp y que después constató que era el mismo texto que le había enviado a todos. Decía que “por pedido de Toto Caputo” (el presidente del Banco Central) tenían que salir a declarar en los medios que la meta del déficit fiscal “se va a cumplir” y que lo que restaba era que todos se sentaran “a discutir” cómo hacerlo. Los gobernadores cumplieron. Basta repasar los diarios de ayer.
Luis Caputo quiere dar señales al mercado, pero el dólar no para de subir.
Fue un gesto. Pero la pelea recién empieza. Y en Cambiemos observan que el PJ , aun con toda su crisis, se las ingeniará para complicar el plan reeleccionista. Inquieta, por caso, que Cristina calle, que Sergio Massa lleve meses sin brindar entrevistas o que los gobernadores opositores critiquen, cuando critican, con palabras exentas de dramatismo. La cautela pública de quienes ellos llamaron siempre “el pasado” conspira contra la confrontación que requiere el relato M.