Estoy en Buenos Aires, qué sensación más inmensa, tuitea Nathy Peluso el 14 de marzo a las 18:44. Y, un minuto después, larga otro posteo: “Agradecida, conectando con la tierra que me vio nacer”. De Saavedra a Madrid, este torbellino que parece una mezcla imposible entre Celia Cruz, Tita Merello y Nicki Minaj, recorrió un largo camino.
Tiene 23 años y se fue de Argentina a los 10. Este regreso, motivado por su participación en el Lollapalooza (donde no pudo participar por el mal tiempo), la trajo por primera vez como cantante. Todo un sacudón para ella que, en España, fue definida por el diario El País como “nueva vanguardista de la música latinoamericana”. Epa. “Para mí la infancia es la clave del ser humano; toda mi raíz se compone de Buenos Aires, aunque sólo tenga flashes”, suelta, instalada en un hotel céntrico, con tonada 100% argenta. “Pero lo esencial permanece: yo en casa sigo cocinando milanesas con puré; mi acento sigue siendo el mismo, y cuando escucho un tango o una cumbia, me viene la nostalgia y lloro. Mis valores como argentina siguen intactos.” Desde chica, Nathy se especializó en danza jazz. Más grande, cantó en coros, estudió teatro y se federó en gimnasia rítmica. En su casa se escuchaba rock nacional, folklore, tango, blues, bossa y música afroamericana.
“Todo me conforma, incluso lo que no recuerdo. Como letrista me identifico mucho con los grandes autores argentinos, tengo esa influencia”, señala. Y, sobre su infancia, recapitula: “Nunca tuvimos mucha guita y mi mamá siempre me cuenta que cuando íbamos a comprar galletitas, yo elegía las más baratas. Agradezco haber tenido una familia humilde porque los valores que te enseñan y las pruebas de la vida con las que te enfrentás son diferentes”.
Uso malas palabras, me expreso así: no me voy a hacer ahora la finoli.
Nathy Peluso
En 2004 decidieron mudarse a Alicante (“querían darme una mejor educación”) y Nathy fue recalando en distintas ciudades españolas. Allá trabajó cantando temas de Ella Fitzgerald y Nina Simone en hoteles y restaurantes, hasta encontrar su propio estilo. Una combinación de soul, hip hop y salsa con la que conquistó la Madre Patria y logró proyección internacional. En España, por su temperamento con raíces negras, la comparan con Amy Winehouse y le dicen “terremoto” .
Empezaste subiendo covers (de Ella Fitzgerald a Fito Páez) en YouTube, ¿ya buscabas ser famosa?
Fue algo muy natural. Cantaba en mi casa y veía que todos mis amigos subían sus videos, así que yo también probé y lo hacía sin ningún propósito económico. Capaz que tenía 200 visitas y para mí era una locura de felicidad. Al fin y al cabo, éste era mi destino. Todo estaba escrito.
¿Y al hip hop, cómo llegaste?
Me entró a través del reggae. Me encanta esa mezcla de verso, rítmica, musicalidad, pasión, actitud y métrica. No me considero una rapera: sería un halago que no merezco. La verdad, no sé un sorete de rap. La primera letra que escribí fue en una clase de grafiti en la que estábamos hablando de lo urbano y flasheé. Ahí me dije: “Soy buena”. Me di cuenta que tengo una voz importante y tengo una misión.
Usás el lenguaje de una forma muy particular…
Es que escribo de una forma muy sensorial. Uso todos recursos del día a día, me apoyo en la sonoridad de las palabras. Toco el lenguaje, lo concibo como un piano que hay que tocar. No pienso “Voy a poner la palabra ‘guacho’ en tal canción”. Compongo siempre en períodos de transición, yendo de un lugar a otro, o en el medio de algún cambio emocional. Escribo todo en una libretita, con una lapicera, caminando por la calle. Yo vivo en un barrio bien fulero. El tema Esmeralda (donde describe a un personaje clandestino de la noche: “Pantalones campana/ El broche sin botón y en el cuello una esmeralda/Noventa y nueve céntimos el kilo”) lo escribí caminando de noche, en media hora.
Me muestro como soy: si me sale un grano, le hago zoom y lo subo a Instagram.
Nathy Peluso
¿Cómo te llevás con el trap, ese hip hop bailable que está tan de moda ahora, a punto de desplazar al reggaetón en las pistas?
Nadie sabe qué es. Lo veo más como una estética. A mí se me ha metido en la bolsa del trap y soy de todo menos oscura y gangsteril. Es un género muy relacionado con la vida peligrosa, y yo hoy me pasé todo el día con mi novio en un hotel, viendo una peliculita y comiendo pizza.
Nathy Peluso
Transformación. Nathy cambia de vos y de actitud según el video que esté filmando (Gentileza).
Tu primer disco se llama La Sandunguera y la canción principal dice “La sandunguera, yo soy la verdadera/Salsa y sabor, oye, más tu quisieras”. ¿Por qué elegiste mostrarte como salsera?
Creo que en mi inconsciente estaba Thalía. Es una búsqueda de crear un personaje, de consolidar una marca, encontrar un sabor, y quiero sacar mi Celia Cruz interior. Lo tomo como una nueva etapa de Nathy Peluso. En vivo trabajo mucho con la improvisación sobre el escenario. Tengo un esquema, pero los movimientos y los cantos siempre son improvisados. Improviso con el flow del rap, con el movimiento y con lo sonoro. Esas son las herramientas a las que más acudo.
Sus videos más conocidos, como Corashe y Esmeralda, tienen dos millones de visitas en YouTube. Un montón. En Corashe define su pose desafiante: “Vengo vestida de diabla, paseo por tu calle/Llevo un vestido Versace, sé que hará que te rayes/No hace falta que te vayas, nene, afróntame/Te hace falta corashe”. El año pasado levantó polvareda en los medios españoles cuando declaró en televisión: “Estoy hasta las bolas de los pelotudos”. Y, cuando le preguntaron por sus raíces, respondió, sin vueltas: “Yo soy de la concha de mi mamá”. ¿Palabrotas? En sus temas puede cantar cosas como “lo que menos me importa es tu banana” (La Sandunguera) o “Alabame, guacho, alabame” (Alabame). Rebobinando la película, explicará: “Me encanta usar malas palabras, yo me expreso así; no me voy a hacer ahora la finoli”.
¿Qué es el feminismo para vos?
Mi mensaje como mujer es el amor, la sinceridad y el respeto, independientemente de lo que tenemos entre las piernas. La verdadera evolución es dejar de pensar que somos mujeres y hombres, y vernos como seres humanos todos iguales. Hay tanta polémica con el feminismo que yo ya me perdí. Además, los medios se han aprovechado mucho del tema. Me han preguntado cómo me siento al encabezar un festival, siendo mujer, y yo pienso: “¿Le preguntarías eso a un tipo?”.
¿Sufriste situaciones de acoso o maltrato?
Por mi carácter, no se dan mucho esas situaciones. Me respetan porque me respeto. Si alguien se pasa de la raya, yo me encargo de bajarle los humitos rápido. Nunca he tenido una situación muy desafortunada. Por mi energía de por sí no permito que me hagan algo. En las redes sociales está lleno de comentarios derramando odio. Ahí la gente tiene mucha más cara y te tira cosas que después no sé si se la bancaría en persona.
¿Con cuáles de las redes sociales te manejás mejor?
Instagram la uso a full. Es la que más me sirvió para darme a conocer. Ahí puedo compartir mi día a día, subir una foto de una pastafrola o de una entraña que me estoy comiendo. Es una red social muy potente para mí. Ahí me muestro sin ninguna pretensión. A mis fans les gusta mi humanidad, que me muestre como soy: si me sale un grano en la cara, y ahí nomás le hago zoom y lo subo.
¿Para vos, por dónde pasa la vanguardia musical hoy?
Me gustaría crear mi propia vanguardia. Porque no estoy de acuerdo con las actuales, no me siento identificado con ninguna y no me pertenecen. No me gusta cómo se concibe la industria musical y creo que el respeto a la música se ha perdido demasiado. Para mí es un bien muy preciado, como el oxígeno. Siempre lo digo: sacá la música y a los dos meses la gente se suicidaría.
¿Cómo te proyectás hacia el futuro?
Primero, siendo feliz, haciendo lo mío. Eso es el éxito para mí. Y en lo profesional, quiero vender muchísimos discos y llenar estadios. Mirá, yo voy a lo grande. Y creo que lo puedo hacer, no dudo que lo voy a conseguir. No sé cuánto tardará, pero, vamos, no me voy a morir sin tocar en un estadio.