La investigación ya estaba en marcha. Los 389 kilos de cocaína ocultos en 12 valijas ya habían sido cambiados por harina. Fue entonces cuando un alto funcionario de la Embajada de Rusia en Buenos Aires, donde fue descubierto el equipaje con la droga, aportó información valiosa sobre Andrey Kovalchuk, más conocido como «el señor K» y uno de los presuntos organizadores de la banda narcocriminal.
En la Argentina, en las últimas horas la causa judicial tuvo novedades. El juez federal Julián Ercolini procesó con prisión preventiva a los únicos dos detenidos en el país por el escándalo de las «narcovalijas»: Alexander Chikalo y el subinspector principal de la Policía de la Ciudad Iván Blizniouk, ambos nacidos en Rusia y naturalizados argentinos.
«El rol que tenían Blizniouk y Chikalo en la organización criminal era la de llevar adelante la logística necesaria para la obtención, acondicionamiento, transporte y almacenamiento», afirmó en su fallo Ercolini.
Blizniouk nació el 11 de septiembre de 1982 en Sebastopol, provincia de Crimea, Rusia. Llegó a la Argentina a los 19 años. Poco después se naturalizó. Además de trabajar en la Policía de la Ciudad cumplía tareas de seguridad en la Embajada de la Federación de Rusa en Buenos Aires, donde habría comenzado sus vínculos con la organización narcocriminal.
Chikalo, mecánico de profesión y nacido el 4 de enero de 1980 en Vladivostok, Rusia, «intervino en el acondicionamiento del estupefaciente en las valijas que fueran encontradas en el Colegio Adjunto de la Embajada de la Federación Rusa», según se desprende del expediente judicial. Al igual que Blizniouk se naturalizó argentino. Hasta su detención vivía en departamento del barrio de Coghlan.
«Blizniouk, tenía a cargo valerse de sus contactos, (muchos de los cuales fueron incentivados a través de regalos entregados por la organización, para evitar controles policiales y aduaneros en el Aeropuerto de Ezeiza al momento de la salida de las valijas con el estupefaciente», explicó Ercolini en su resolución.
El juez agregó más información sobre el acusado. «Blizniouk, en su carácter de funcionario policial de origen ruso e íntimamente relacionado con personal de la Embajada de la Federación Rusa en la República Argentina, desarrolló otro rol clave para la organización criminal, consistente en obtener información que asegurara que los funcionarios diplomáticos de ese país no tuvieran sospechas sobre la actividad ilícita», sostuvo.
En el expediente el Ministerio Público está representado por el fiscal federal Eduardo Taiano y la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), a cargo de Diego Iglesias. Los funcionarios judiciales tuvieron la colaboración de detectives de la Gendarmería Nacional, que hicieron los trabajos de campo y los allanamientos.
Las valijas, se supone, fueron ingresados en el Colegio Adjunto de la Embajada de la Federación Rusa en Buenos Aires en julio de 2016. Pretendían enviarlas por medio de «canales diplomáticos» o delegaciones de policías argentinos que iban a ser cursos y visitas a Rusia.
El hallazgo por parte de los diplomáticos rusos fue el 4 de diciembre de 2016. Las valijas estaban en el depósito situado debajo de la escalera de la planta baja del edificio del Colegio Adjunto. Los funcionarios diplomáticos dieron aviso a autoridades diez días después de que se encontrara la carga de droga.
El plan criminal comenzó a ser desbaratado cuando el 14 de diciembre de 2016 embajador Víctor Koronelli se presentó ante la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y le comunicó que habían hallado 12 valijas con cocaína en una habitación del Colegio Adjunto de la sede diplomática.
Entonces se judicializó la denuncia y se decidió custodiar el equipaje para hacer una entregada controlada. Pero primero se cambió la cocaína por harina y se colocaron rastreadores satelitales en las valijas.
Los investigadores argentinos recibieron información de la Sección Antidrogas del Servicio Federal de Seguridad ruso en el que le explicaban que estaban detrás de un «grupo del crimen organizado internacional que participa en la maniobra de contrabando de cocaína desde países de América latina hacia la Federación Rusa para ser también distribuidos en los Países Bajos y Alemania».
Los «canales diplomáticos» se frustraron. El «señor K» hasta mandó un avión privado para llevarse las valijas. Pero finalmente la entrega controlada se hizo con un vuelo del Servicio Federal de Seguridad de Rusia que, al tanto de todo, llevó las valijas. Ya en Moscú, las dos personas que fueron a buscar el equipaje fueron atrapadas