La devaluación del peso registrada a lo largo de esta semana, cuando saltó casi un 30% y pasó de $46,55 a los $60, tendrá un rápido impacto en los precios, la inflación y el consumo. ¿Qué se puede esperar para las próximas semanas si se tiene en cuenta cómo fueron los efectos de las anteriores devaluaciones a lo largo del Gobierno de Mauricio Macri?
Según una nota publicada por Infobae en las últimas experiencias el traspaso de la devaluación a la inflación rondó, en promedio, el 30% en los primeros meses: un 35% en 2014, un 27% en 2016 y un 25% en 2018, según cálculos de la consultora Econviews.
«Esperamos una cifra similar esta vez. Si bien hay argumentos para pensar que puede ser mayor que en otras ocasiones, como por ejemplo el hecho de tratarse de una devaluación muy fuerte e inesperada y con una respuesta muy rápida en cuanto a la remarcación de precios, también es cierto que la política monetaria contractiva y el deterioro de la actividad económica actúan como amortiguadores de este traspaso», advirtió Lorena Giorgio, economista de la consultora.
Hasta la semana pasada, las estimaciones hablaban de una inflación interanual en torno al 40% en diciembre, pero actualmente ya se habla de entre 48% y 50% e incluso por encima.
«Cada episodio de devaluación, en cualquier Gobierno, trae en nuestro país efectos muy fuertes, más que en otros países vecinos, por ejemplo. Estos efectos vienen por el lado de la aceleración inflacionaria, la caída de la actividad y una redistribución de ingresos muy fuerte, que es regresiva. Efectivamente en 2016 y 2018 vimos esto», señaló Julia Segoviano, economista de la consultora LCG.
En 2016, según describió la economista, la devaluación terminó en una caída de la actividad del -2,1% y con una inflación anual de 36,3%, lo que implicó una aceleración inflacionaria importante para ese momento. Sin embargo, en ese año, el traslado a precios específicamente por la devaluación no fue tan alto dado que parte de esa aceleración también se debió al aumento en las tarifas.
El impacto en 2018 fue un poco más fuerte que en 2016, ya que la magnitud de la devaluación fue mayor y más difícil de controlar. «La economía ya venía operando en niveles bajos. Se podría haber esperado que el traslado a precios de la devaluación fuera menor que en ocasiones anteriores, ya que la recesión de la actividad puede aplacar el efecto inflacionario. Sin embargo, esto no ocurrió», dijo Segoviano. En 2018 la inflación terminó en 47,6%.
«Existe mayor indexación de los contratos en la economía en este momento y esa situación parece primar por sobre la contracción de la actividad (en términos de precios). Por esta razón, en mi opinión, el impacto va a ser un poco más alto en los precios e incluso hará caer la actividad un poco más de lo que se proyectaba. Esto es debido a la inercia que ya maneja la economía y el poco margen que existe», opinó la especialista.
Con tasas altas y recesión prolongada, se empiezan a agotar los instrumentos para bajar la incertidumbre y eso podría llegar a complicar la dinámica actual. «Difícil decir con certeza el impacto final, queda esperar si desde el discurso político es posible calmar la incertidumbre y reducir el impacto de la devaluación», indicó.